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Samy Manga y el amargo sabor de la cultura del cacao en África
Una entrevista con el autor camerunés sobre su libro "Chocolaté"

Samy Manga es un escritor y artista mixto camerunés. Apasionado por el arte y la naturaleza, ha encontrado en la creación un espacio para compartir sus inquietudes ecologistas. En su más reciente libro, “Chocolaté: el amargo sabor de la cultura del cacao” (2023), echa mano de una narrativa íntima y autobiográfica para denunciar la realidad de la industria del cacao en África.

Al leer su libro, cuenta Chanelle Leclerc,  activista y parte del equipo de Cacao Source, que pasó “unos días en la piel de Abena, el personaje principal, quien creció en la plantación de cacao de su abuelo en África, y quien le permitió sentir la realidad de las tierras africanas, y comprender la verdad detrás de la cultura de la medicina que tanto amamos”. 

Un tiempo después de su lectura, Chanelle se encontró con Samy en la Academia del Clima en París, donde él participó como orador. Y lo percibió como “Un activista inspirador, firme en su discurso, luchando por una agricultura de cacao justa y responsable en África”.

Entonces imaginó esta colaboración. Lo contactó, le habló del proyecto de Cacao Source, y lo invitó a conversar en una entrevista sobre la “amarga cultura del cacao” que expone en su libro. Samy aceptó y se encontraron en La Recyclerie, un lugar alternativo en París que promueve un estilo de vida sostenible.


​Agradecemos desde Cacao Source a Samy y Chanelle por hacer posible esta colaboración. 


Una entrevista con Samy Manga

Por Chanelle Leclerc


Chanelle: Hola, Samy. Es un verdadero placer verte de nuevo hoy para hablar sobre cacao, un tema que nos apasiona a ambos. Recientemente publicaste un libro titulado “Chocolaté: El amargo sabor de la cultura del cacao", y quisiera que conversáramos sobre él.

¿Podrías empezar por presentarte?

Samy: Hola, Chanelle. Soy Samy Manga, originario de Camerún. Soy escritor, etno-músico y activista-ecologista. También soy el fundador de la Asociación de Ecopoetas de Camerún, una organización que ha decidido utilizar la creatividad artística en favor de la ecología y la biodiversidad. Vivo en Lausana, Suiza, donde soy el director artístico de un espacio cultural llamado Art Vive Projet.

C: Gracias. Ahora, tu libro aborda en gran medida las realidades de las plantaciones de cacao en Camerún, tu país de origen. Al crecer en las plantaciones de cacao, ¿qué tipo de realidades presenciaste? ¿Qué te motivó a publicar este libro?

S: Soy originario del pueblo donde crecí y completé toda mi educación primaria, a unos 50 km de Yaundé, donde la cultura del cacao ya estaba arraigada. Como todos los jóvenes, participé de esta cultura de manera involuntaria. Pasé toda mi infancia en las plantaciones, junto a mi abuelo, quien también era productor de cacao, al igual que la mayoría de los padres en África. Mientras crecía, comencé a hacer preguntas porque no entendía realmente por qué tantas personas se involucraban con este cultivo. Es importante destacar que el cacao no es un alimento que consumiéramos directamente. No hacíamos salsa o cuscús con él. La cultura del Cacao nos había sido impuesta.

En 1997 ocurrió algo significativo. Cuando ya estaba en la ciudad cursando mis estudios secundarios, probé el chocolate por primera vez. Una mujer en un Mercedes nos salpicó con su automóvil y se disculpó dándonos una caja de chocolate y un billete pequeño. Al abrir la caja, vimos un dulce del que nunca habíamos oído hablar. Quedamos maravillados por la explosión de sabores y el gusto de ese alimento. Más tarde nos explicaron que era chocolate, y que su materia prima era la que se cultivaba en nuestros pueblos. Fue entonces cuando me di cuenta de que nunca veíamos los frutos que se convertían en ese alimento. Y esta conciencia generó en mí enojo y muchas más preguntas.

En el 2018 decidí contar esta historia, y la de todos los desafíos que viví cuando era niño. Comencé a investigar, y a escribir informes, pues estaba decidido a publicar un libro. Todo movido por la misma razón: me parecía necesario crear conciencia. Hay personas que desconocen las condiciones de trabajo y la explotación que existen detrás del cultivo de cacao y la producción de chocolate. Para mí era importante contarle esta realidad a los consumidores

Además, solo en 2020, la industria del chocolate generó 100 mil millones de dólares. De esos 100 mil millones de dólares, los países productores solo recibieron el 6%. Y, al final, lo que llegó a manos de los cultivadores representó solo el 2%. Esto tiene graves implicaciones tanto en términos económicos como ambientales.

También en el 2020, cuando llegué a Suiza, uno de los mayores consumidores de chocolate en el mundo, el manuscrito estaba casi listo.


C: ¿Puedes contarnos más sobre cómo llegó el cacao a África?

S: Históricamente, el cacao se descubrió en las culturas maya y azteca en Mesoamérica, donde tenía un profundo significado espiritual y místico. No era un alimento sobreproducido ni sobreconsumido. De hecho, generalmente solo era consumido por iniciados o durante rituales sagrados para satisfacer necesidades terapéuticas a nivel espiritual y corporal, para celebrar figuras importantes en la sociedad, o para agradecer por las cosechas. Era un alimento que se consumía en ocasiones bastante específicas. Sin embargo, los exploradores llevaron el cacao a Francia en el siglo XV, donde su transformación evolucionó con respecto a la forma artesanal que usaban los mayas y aztecas. Y fue allí donde se experimentó hasta convertirlo en pasta, y, posteriormente, agregándole leche hasta transformarlo en chocolate. Esto hizo que su consumo se disparara.

Posteriormente, una reina de Austria, con motivo de una de sus bodas, ofreció esta preparación a la corte real. Esto convirtió al chocolate en un alimento imperial o para la alta sociedad. Y desde ese momento, hasta el día de hoy, han existido marcas de chocolate muy caras y, por lo tanto, poco accesibles.

Fue, entonces, desde Francia que el cacao se exportó a África a través de la colonización, donde se impuso su cultivo a los países africanos debido a que el clima y el entorno le eran propicios. Nosotros, en África, solo proporcionábamos los granos de cacao a los países occidentales, sin consumirlo nosotros mismos.


C: ¿Y ni siquiera comen la fruta?, ¡porque es deliciosa! Puedes chuparla y hacer refrescantes bebidas con ella. Los guatemaltecos la utilizan en algunos platos tradicionales, como el Mole Plátano. Lo hacen con plátano macho, pasta de cacao y especias.

S: En África degustamos y chupamos los granos de cacao. Incluso producimos un jugo muy dulce que almacenamos y a veces fermentamos. Pero no lo consideramos como un alimento para la familia. Esa es la diferencia entre los cultivadores de América del Sur y África. La cultura del cacao fue impuesta en África. A los colonizadores no les interesaba que supiéramos cómo producirlo y transformarlo. La planta era desconocida en el continente. La relación con el cacao era puramente económica. Hay productores en África que, después de 50 años de cultivo de cacao, nunca han probado una barra de chocolate.

En cambio, en Guatemala y otros países de América del Sur, tienen formas tradicionales transmitidas a lo largo de las generaciones para consumirlo. Saben cómo cocinar con él. Al igual que nosotros sabemos qué hacer con otros alimentos. Por ejemplo, recolectamos cacahuetes, los tostamos, hervimos las semillas, las dejamos secar y las trituramos para hacer salsas.

El consumo de un alimento está arraigado en la cultura de un pueblo.

C: Producir y eso es todo. Parece increíble, la verdad. Siempre recordaré cuando caminamos durante una hora y media en la selva con el equipo de Cacao Source para conocer a uno de nuestros productores en el norte de Guatemala, en la región de Lanquín. Allí, Crisanto y su familia nos recibieron para compartir una comida. Al final de la cena, nos dieron una bebida caliente de cacao que no nos era familiar. Era en realidad un agua endulzada con caña de azúcar en la que flotaba una fina pasta de cacao cortada. Lo más interesante fue la historia que compartió con nosotros. Crisanto nos explicó que el cacao flota en la superficie porque facilita la conexión con el mundo espiritual y divino, lo que permite más conexiones y armonía en la comunidad. Me pareció muy impactante visitar a un productor que nos pudiera compartir esta pequeña historia ancestral y simbólica. Sé que él la seguirá transmitiendo, pero, lamentablemente, esta sabiduría se está perdiendo en gran medida en Guatemala. Las colectivas de mujeres con las que trabaja Cacao Source también han perdido el contacto con esta conexión espiritual debido a la llegada del evangelismo con los conquistadores en el siglo XVI. Esta evangelización afectó profundamente a las culturas mayas e indígenas y, por lo tanto, a la preservación de sus conocimientos ancestrales.


C: No hemos hablado mucho sobre la industria del chocolate y el papel de las grandes multinacionales. Me parece que hay importantes empresas chocolateras en juicio por el trabajo infantil en África, sin mencionar su deforestación masiva. En el ecosistema de los actores comprometidos, ¿hay alguien intentando reinventar el cacao equitativo y responsable?

S: Sí, creo que hoy, frente a la realidad del cambio climático, esa es la pregunta clave: ¿Cuáles son las soluciones?

En primer lugar, creo que se necesita una conciencia política, ya que son los Estados los que pueden establecer políticas económicas y agrícolas a favor de las comunidades. Debemos tener en cuenta que estamos hablando de la supervivencia de la especie humana, y que para este fin debemos regular todo nuestro sistema de consumo y producción. Debemos regular el consumo y producción de automóviles, teléfonos móviles, ropa, y, también, de nuestros alimentos. Y en este escenario de regulación entran los productos como el cacao y el chocolate.

Desde el punto de vista del cambio climático, el cacao está en la raíz de deforestaciones importantes. En Costa de Marfil, más del 80% de su cobertura forestal ya ha desaparecido. Y no es normal que este porcentaje se deba a un monocultivo. Ni siquiera estamos hablando del café, el algodón o la cría de animales,... Y esta situación se repite en países como Ghana, Camerún, República Centroafricana, Congo y Gabón. 

Además, a esta situación se suman el trabajo infantil, en el que los niños participan voluntariamente en el esfuerzo familiar, y la escasa remuneración a los productores que, en mi opinión, equivale a un colonialismo cercano a la esclavitud.

Ya hay iniciativas de cambio. Por ejemplo, los Chocolatiers Engagés me invitaron recientemente a su asamblea general para reflexionar sobre la producción equitativa de cacao. Ellxs van a las plantaciones y llevan chocolate a las aldeas para mostrar a los jóvenes la oportunidad de capacitarse en la industria del chocolate. Y eso es hermoso. Lo que hacen con Cacao Source, a través de talleres más terapéuticos y la equidad de su modelo, es lo que se necesita. Si llevamos la equidad a través de iniciativas, también podremos influir en los políticos y las multinacionales.

C: Encuentro que hay una gran disparidad entre lo que se genera, lo que se consume y lo que se redistribuye. Cuando sabemos que el promedio de consumo anual de chocolate para un suizo o un francés es de 11 kg, y comprendemos todos los problemas climáticos y sociales que este consumo acarrea, entendemos que no podemos cerrar los ojos frente a esta problemática.

Es interesante que estos jóvenes finalmente puedan trabajar con el cacao y transformarlo. Pero, sobre todo, que todos los costos de transformación se reinviertan en la economía local y se queden en el país. Y nosotros también hacemos esto a través de Cacao Source. Dado que todo se transforma en Guatemala, todo vuelve a la economía local (los salarios involucrados en el proceso de producción, el embalaje, etc.). En muchos otros casos las chocolateras compran los granos directamente en países como Guatemala o Camerún, y los exportan para procesarlos en sus países desarrollados. Esto aumenta considerablemente los costos de producción y, en última instancia, el precio de una tableta de chocolate.


C: Por cierto, ¿tú que creciste en plantaciones de cacao y ayudaste en el negocio de tu abuelo, sentías que de un año a otro lograban producir más o enriquecerse?

S: En mi libro hay un pequeño poema donde el abuelo le dice a Abena: "El dinero de los blancos es como el dinero del demonio. El dinero de los blancos siempre regresa a su país y siempre regresa a los blancos". Esto ilustra un poco el misterio de los ingresos económicos del cacao. Lo que se promocionó al imponer la cultura del cacao fue la posibilidad de enriquecerse a través de su producción, junto con el desarrollo del país y la comunidad. Y de hecho, al ser productor de cacao, incluso sin cuidar demasiado tu plantación, tienes la garantía de que al menos dos veces al año cosecharás algo. Pero con el tiempo, a pesar de esta garantía económica, la gente no salió de la pobreza. Esto se refleja incluso a nivel nacional. No se puede decir que Costa de Marfil, el principal productor de cacao en el mundo, sea un país rico. Lo cual es muy contradictorio.

En Camerún, uando logras vender tu cosecha, reinviertes todo el dinero en los lugares donde tomaste créditos, en atención médica o en cualquier otra cosa. Luego, en cierto punto, comienzas a trabajar en los campos para prepararte para la próxima temporada de cosecha. Al final, es un ciclo infernal en el que la gente no necesariamente se vuelve lo suficientemente rica como para alejarse del cacao. Esto, en cierta medida, establece una dependencia.

Y, de todos modos, no importa lo que produzcas, porque siempre obedeces a quienes fijan los precios. A veces vendes con un pequeño margen de ganancia, y otras veces vendes al precio que te fijen, acorralado porque debes mover tu producción a toda costa. Y nunca te compran a un precio digno. Por ejemplo, te compran a 1,50 €/kg de cacao mientras que la barra de chocolate (de 100g) se vende a 5 o 6 €. Si te compraran un kilo de cacao a 5 €/kg, después de 5 o 10 años, como productor, podrías haber ahorrado algo. Pero eso no es lo que sucede.

C: Esta será mi última pregunta y concluiremos la entrevista. Vamos a invocar al mago que llevas dentro. Si tú, Samy, tuvieras una varita mágica, ¿qué harías por la cultura del cacao?

S: Me gustaría ver un consumo de cacao basado en sus cualidades espirituales y medicinales, en el cual nos enfocáramos realmente en la conexión íntima y espiritual con él. Llevaríamos el cacao y el chocolate a ocasiones específicas y sagradas. El cacao es una planta maravillosa, y lo compartiríamos en momentos de conexión con nosotros mismos, y con los demás.


C: Gracias, Samy. Ha sido un gran honor tenerte.

S: Gracias a ti, ha sido un placer.


Agradecimientos


Para terminar, queremos agradecerle a Samy por sus historias esclarecedoras y su motivación para unir fuerzas. Sabemos que a través del trabajo conjunto podemos amplificar el impacto que tenemos en la comunidad global de productores de cacao, e invitar cada vez a más personas a hacer un consumo consciente de esta deliciosa comida y medicina.

Les recomendamos, de nuevo, que no dejen de leer su libro "Chocolaté: el amargo sabor de la cultura del cacao". Su primera edición en francés incluye hermosas ilustraciones reflexivas dibujadas por sus propias manos, y relatos de su infancia basados en hechos reales. Pueden comprarlo aquí.

También les invitamos a conocer todos sus otros proyectos en su sitio web https://www.samymanga.com/ y en sus redes sociales @samymanga.

De igual manera, queremos agradecer a Chanelle Leclerc por su maravillosa reportería y escritura, su compromiso personal con la divulgación de esta entrevista, y por haberse encargado de tejer las redes para que esta colaboración fuera posible. Su inteligencia y diligencia han dejado un maravilloso legado en Cacao Source. 

Y agradecemos también a La Tribu Sacré, quien introdujo a Chanelle a la maravillosa obra de Samy.

Edición de Mariana Piñeros Jiménez.

Recuerda que con cada barra comprada de Cacao Source estás aportando a la creación de un ecosistema sostenible para la producción, transformación y distribución del Cacao en Guatemala.

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